MI PUEBLO

Silencio. Mi pueblo, se está quedando en silencio,

voy subiendo por la calle que luce adoquines nuevos,

y no me he encontrado con nadie con quien compartir asiento.

Aquellos ruidos que resultaban tan molestos,

cuando la soledad te envuelve y te cubre con su vuelo

¡ay!, aquellos ruidos, llegan a echarse de menos.

Hoy la plaza está desierta, nada perturba el silencio,

me he recostado en un banco a la sombra del tilero

se me han cerrado los ojos y se agolpan los recuerdos.

Veo calles empredadas, llenas de barro en invierno,

y transitadas por los carros, que con sus ruedas de hierro

al despertar la mañana truncaron no pocos sueños.

Veo recorrer a los niños cuando salen del recreo,

¡saltan, gritan, alborotan!, son felices con sus juegos.

Y las mozas que acicaladas siempre encuentran el pretexto

de ir a por agua a la fuente y allí contar sus secretos,

y en esas noches tan largas, con el rigor del invierno,

las casas de los vecinos también son lugar de encuentro,

descamisando el maíz alrededor de un buen fuego

hablan de la sementera, del gorrino y del cordero.

Y que a fulano la burra le está criando un muleto,

son los temas cotidianos, pero tienen fundamento

pues hablan de la economía con la que alimentan sus sueños.

Y cuando llega el estío, bajo un estrellado cielo,

hurtándole a la fatiga los ya maltratados cuerpos

sale la gente a la calle, y como un tácito acuerdo,

se van sentando en los poyos y charlan tomando el fresco.

De pronto, abro los ojos, me ha despertado el silencio,

la plaza sigue desierta, alzo la cabeza y pienso

como las cosas vividas, aunque pase mucho tiempo,

siempre vuelven a nosotros y entretienen nuestro sueño.

Más la realidad se abre paso, y lo que ahora contemplo

son casas abandonadas y semihundidos sus techos,

y aquellas otras del campo habitadas por renteros

dan fe que estuvieron vivas mostrando sus esqueletos,

y el camino del Riato, que antaño era un hormiguero

de mujeres que a la tierra le arrancaban el sustento,

hoy solo son testigos muchos viendo discurrir el tiempo.

Se oyen cuatro vocecitas en el patio de recreo

de niños que a duras penas tienen el colegio abierto,

ya no hay mozas en la fuente, ni reuniones de invierno,

y en las noches de verano, cuando despierta el lucero,

con una mano se cuenta la gente que toma el fresco.

En la soledad de la plaza, solo estoy con mis recuerdos,

y una voz queda me dice: llega a tu pueblo el silencio.

 Marcial Alonso. Marzo 2019